07 febrero 2011

ANTONIO TAMAYO MERINO

Entrevista de Paqui Castillo Martin, periodista del Club Vuelo Libre Málaga del Valle de Abdalajís, a uno de los pioneros del vuelo en nuestro pais, Antonio Tamayo.



Antonio Tamayo Merino

“Antonio Tamayo es uno de los pioneros del ala delta en nuestro país. Lo conocí una mañana en el Refugio de Alamut, y conversamos largamente sobre su trayectoria. Quedé sorprendida por su calidez y su sencillez, y pronto me di cuenta de que estaba ante un ser humano excepcional que tenía una historia apasionante por contar. ¿Cuántas maravillas habrán contemplado sus ojos con la perspectiva de un pájaro? En sus iris verdes se refleja el secreto de los cielos, a donde van a volar sus sueños de libertad. Ha sido maestro de tantos, y sin embargo, como el filósofo, todavía aprende y se deleita, y goza del aprender. Ésa debe ser la clave de su vitalidad, la raíz aérea de su eterna juventud.
Una entrevista de Paqui Castillo Martín
PREGUNTA: ¿Cómo se inició tu afición por el ala delta?
RESPUESTA: Hace treinta y cuatro años, la pasión por la aventura me llevó al paracaidismo militar. Cuando terminé la mili, no había más lugares donde practicar paracaidismo. Yo era muy deportista en aquella época: salía a hacer footing, a correr, y en la primera maratón del Corte Inglés había unos muchachos que tenían un ala delta. La curiosidad hizo que me acercara a ellos para informarme, con la casualidad de que en el mismo momento en que empezaba la carrera se iban ellos a hacer prácticas, y me fui con ellos. Ahí empezó mi aventura. Aprendí a base de entusiasmo y empeño. Sólo sabía llevar la cometa recta, cogiendo lomas de baja altura, a poca velocidad. Y esos fueron los inicios, aprender de nosotros.
PREGUNTA: Por lo que dices, tu formación al principio fue totalmente autodidacta.
RESPUESTA: Sí. Venían los extranjeros, que llevaban volando dos o tres años más, y cuando los veíamos que se lanzaban por la sierra de Mijas y se subían por encima, cuando nosotros lo que hacíamos era volar y planear sobre la playa, nos preguntábamos cómo lo hacían. Fuimos avanzando poco a poco.
PREGUNTA: ¿Cuál fue tu terreno de aprendizaje?
RESPUESTA: Mi terreno de aprendizaje comienza desde la base; luego viene el apoyo en la práctica propia; después, la escuela de los extranjeros que venían de vacaciones. Más tarde, en España se empezaron a hacer campeonatos y evidentemente, la evolución se hizo estableciendo metas más altas, como en todo deporte. Al principio las ves imposibles, pero un día salta la chispa y lo haces. Y poco a poco vas aprendiendo en ese andar de la evolución en la práctica los pasos hacia adelante, hacia arriba y hacia la grandeza de aprender. No se para de aprender.
PREGUNTA: Me imagino que eso está en la naturaleza del campeón. Entrevisté en mayo en Algodonales al recordman mundial Ramón Morillas, y él decía que sentía la necesidad de que cada vez que superaba un reto tenía que imponerse un reto mayor. ¿Compartes el espíritu de Ramón Morillas?
RESPUESTA: Por supuesto. Ramón es un profesional, y sus metas son conseguir logros más grandes, llegar más alto y más lejos. En los campeonatos, te tienes que superar cada día porque cuentan los puntos y quién lo ha hecho mejor al final de una serie de balizas y de pruebas. Ese cada día de estar en competición con gente que hace lo mismo que tú te hace superar a los compañeros, superarte a ti mismo, para conseguir una meta de primer, segundo o tercer puesto. Has de tener esa ambición de llegar cada vez más lejos o más alto.
PREGUNTA: ¿Qué sensaciones tienes cuando estás volando libre y no tienes ningún récord que alcanzar?
RESPUESTA: El de la libertad de la mente y del espíritu. Como el niño pequeño que sueña por las noches con volar, sientes la pasión de algo que te hace grande en mente y espíritu: convertirte en pájaro.
PREGUNTA: Yo he preguntado a muchos pilotos qué se siente al volar, pero nadie ha sabido definirlo con palabras. Me han dicho: “No se puede explicar. Tienes que vivirlo”.
RESPUESTA: Claro que se puede explicar. Si lo sientes, lo debes de memorizar y lo debes de entender, pues se debe haber metido dentro de ti. Pregúntale a un torero que se enfrenta todos los días al espíritu de algo que le gusta. Lo sabe entender. Claro que se puede explicar, lo que pasa es que es tan pasional…Depende de muchas cosas, de lo entusiasmado que estés ese día, si lo haces por armonía, o por ganar un trofeo, o si lo haces como yo lo he hecho muchísimas veces, sin trofeo en mente. A mis compañeros les digo el lema: “No me presionéis para competir”. Quiero competir conmigo, lograr un reto mayor por la satisfacción de hacer algo más bonito y más grande y más divertido, más entusiasta. ¿Qué es ese sentimiento? ¿Cómo se fragua o cómo lo podríamos expresar? Pues en una emoción muy grande. No cuando lo vives, pues estás con los ojos muy abiertos, y ves cañones, parajes, parques…no estoy hablando de ver un parque o un árbol abajo, estoy hablando de ver el Parque de los Alcornocales en Cádiz, que mide más de veinte kilómetros, y pasar por encima de él sin tener un sitio donde aterrizar. O Sierra Nevada, que he sobrevolado cuando ha estado nevada y sin nieve. Las gargantas, cuando empieza el deshielo, son de una belleza indescriptible. Ver a vista de pájaro, desde arriba, una garganta que baja un kilómetro, el agua blanca y burbujeante cayendo por cascadas y por cañones, y cincuenta metros más allá otra, y doscientos más allí otra, y otra… Eso es vida, naturaleza, pasión. Cierro los ojos y sigo viendo aquel vuelo después de años.
PREGUNTA: ¿Recuerdas tu primer vuelo?
RESPUESTA: En mi primer vuelo había un poco de viento, y como había mucho entusiasmo pero pocos conocimientos, hice una carrera muy grande, empujé la cometa muy fuerte e hice un looping (un vuela completa a ras de suelo). Había cardos y me arañé un poco la cara. La barra de la cometa me agarró el cuello y no podía salir, porque me estaba presionando por el viento. Los compañeros se pusieron las manos en la cabeza, diciendo: “Le hemos matado”. Pero si me preguntas por uno de los primeros vuelos más grandes, diré que la primera vez que se salta de altura. Cuando vas despegando y alejándote de la sierra te da la impresión de que no andas, porque no ves la distancia con respecto a tierra del movimiento. Tus compañeros te dicen: “¡Pica la barra!”. Picar la barra es echarla hacia ti para que tu cuerpo sea como un péndulo y vaya hacia adelante, y como le has puesto más a esa parte de la cometa, ésta se inclina hacia abajo y corre más. Entonces te das cuenta de que como estas cerca del suelo corres, pero haciendo eso a 500 metros no te das cuenta, sobre todo cuando no tienes experiencia.
PREGUNTA: ¿Cuál ha sido tu mejor vuelo?
RESPUESTA: Por la grandeza de él y por el entusiasmo que se generó que yo hiciera 150 kilómetros, es el realizado aquí en la parte norte del Valle de Abdalajís, un día que estaba esperando a los compañeros, que tardaban mucho y no aparecían, y dije: “Me voy a volar”. Cuando ellos subían, yo salía ya. Era un día fantástico. Nunca habíamos ido por la parte del Pantano. Era tabú, porque no había sitio de aterrizaje. Como había alcanzado una altura importante, pensé en ir para allá. Ese día había quedado con mi familia para que me recogieran abajo en un rato. Dije: “Id para el pueblo, y cuando subáis y bajéis he aterrizado en un ratito”. Cuál fue la sorpresa mía que eso pasó a las cinco horas. Cogí el pantano hacia la izquierda, hacia Ardales, y lo conseguí estando muy bajo pero sujeto en la ladera con los vientos. Eso sucedió de forma emotiva y entusiasta, diciéndome a mí mismo: “Al suelo no, arriba, a volar y volar, adelante”. Pasé Ardales, la sierra Prieta, la vertiente de la sierra de Casarabonela hasta el Burgo, justo encima, porque la meta era el centro del pueblo. Volví otra vez a la sierra para no venirme abajo, navegando en la ladera, volví al Valle, y dije: “¡Con el dia que hace! Quiero seguir volando”. Eso es soñar. Me fui al parque de El Torcal de Antequera por la vertiente norte, pasé por las Pedrizas, Villanueva del Rosario y el Trabuco, pasé Sierra Gorda hasta Loja e hice el regreso: 150 kilómetros en cinco horas. Ése fue el vuelo más apasionado porque lo hice sin competir, solo, por pasión, por ver si llegaba o no llegaba, hasta conseguir el vuelo completo, ida y vuelta. Una maravilla.
PREGUNTA: ¿Ha habido alguna persona que te haya influido especialmente a la hora de aprender a desarrollar la pasión por el deporte del ala delta?
RESPUESTA: Sí, muchos. Cuando se empieza con el ala, como con cualquier deporte, y más éste en el que aún no teníamos escuela, se realizan los vuelos bajo tus premisas, tu sabiduría, tu entender, y poco a poco vas avanzando. Yo siempre he dicho, y es una máxima entre los voladores, que para evolucionar y aprender no solamente existe lo que tú hagas. Tienes que fijarte en lo que hacen otros, tienes que hablar de lo que hacen otros y de lo que tú haces, para transmitir las experiencias y la evolución. Un 33 por ciento es lo que sepas, un 33 por ciento lo que escuchas y un 33 lo que tú ya sabías, es decir, lo que aprendas, lo que evolucionas, y lo que tú ya sabes.
PREGUNTA: Al mismo tiempo, habrás sido maestro de muchos.
RESPUESTA: Sí, porque fui de los primeros, y a los cinco años de práctica me saqué el carné de instructor y estuve dos años dedicado a esto. En esos dos años se inscribieron doscientas personas. Quería vivir de mi sueño, quería vivir económicamente apoyado por la experiencia de enseñar mi motivación y mi espíritu de aventura en el deporte del vuelo. De esas doscientas personas quedan algunas, muy pocas, entre ellos aquí en el pueblo hay varios, como por ejemplo, Francisco Bravo Pérez [el presidente del Club Vuelo Libre Málaga]. Esa es mi satisfacción, haber entregado algo de mi sabiduría a personas que después lo han agradecido como niños.
PREGUNTA: ¿Qué te une al Valle de Abdalajís?
RESPUESTA: El Valle era un pueblo que yo no conocía, porque soy de Burgos. Siempre he viajado mucho por cuestiones de trabajo, pero este es un pueblo por donde no pasas habitualmente. Francisco Bravo decía: “En mi pueblo se puede volar, porque yo veo los buitres pasar, y si vuelan los buitres nosotros también lo podemos hacer”. Cuando terminó el curso dije: “Venga, vamos a ver el pueblo”. Francisco Bravo era otro entusiasta, también paracaidista como yo, y conectamos muy bien desde el principio. Trajimos las alas, conseguimos examinar toda la sierra y volamos en el mismo sitio donde se vuela hoy. No había carriles, y teníamos que subir las cometas a hombros, cuesta arriba, con un ala de seis metros de envergadura que pesa 25 o 30 kilos. Ese día hacía mucho viento, y yo estaba por lo alto de la sierra a 300 metros. La gente del lugar nunca había visto un ala y pensó que era un águila grande. Cuando aterricé al lado del pueblo se congregó mucha gente alrededor, niños, gente mayor. Luego, entusiasmé al ayuntamiento, convenciéndolo de que se podían hacer campeonatos y que podía venir gente. No era mucho lo que pedíamos, simplemente que nos ayudaran con un vehículo todoterreno, y después que dieran un aperitivo y un pequeño trofeo. El Valle estaba muy cerca de Málaga y tenía unas cualidades muy buenas en ala delta, no solamente la cara de Levante, sino la de Noroeste que es impresionante, de las mejores en España e incluso a nivel mundial. Los vientos son siempre de la misma dirección; es muy importante que vengan enfrentados a la sierra para que podamos elevarnos; nosotros nos encaramos a ese viento y nos elevamos, como las cometas de los niños. Ya he dicho antes el vuelo que tenemos aquí tan bonito, 150 kilómetros ida y vuelta, que he hecho después muchísimas veces. Una vez que lo has hecho una vez, la segunda o la tercera ya están chupados, y es impresionante y bonito: cada vez aprendes más cosas, lo haces en menos tiempo, con lo que descargas más adrenalina; algunas veces, al principio, hasta que no conoces todo el recoveco lo haces despacio, en cinco horas; después, cuando conoces los sitios donde perder menos tiempo lo haces en tres. Claro que uno no aligera tanto si no está haciendo una competición.
PREGUNTA: ¿Qué es lo que te lleva a volar? ¿Es la descarga de adrenalina, es el paisaje, es el sentirte parte del entorno?
RESPUESTA: La libertad. El trabajar, el viajar, el estar siempre con el quehacer de cada día, te crea tensión. Vas a volar y al principio, cuando estás montando la cometa, estás en tensión contigo mismo, hasta el momento de encarar la cometa y salir. Después se te quita todo. Eso como cuando un artista está a punto de salir a escena, con los nervios a flor de piel. Aparece en el escenario y desaparece el estrés. Esto es lo que genera el entusiasmo de salir a volar. Y luego haces un campeonato y te retas con los compañeros: les has ganado, le has dejado ganar, ellos te han ganado a ti, en unos sitios están más altos que tú…Después llega lo mejor, tomar unas cervezas con ellos tras la competición y charlar sobre lo vivido en el aire.
PREGUNTA: ¿Cuáles han sido los logros más importantes de tu palmarés?
RESPUESTA: Han sido muchos, después de treinta y tantos años…He conseguido el campeonato de Andalucía muchas veces, y otras pruebas y copas, como cualquier deportista que lleva muchos años. En una ocasión participé en el campeonato de Inglaterra, una de cuyas pruebas se celebró en la sierra de Madrid, y me clasifiqué en el décimo puesto. El equipo inglés es muy fuerte, yo no sabía que podía llegar hasta ahí. Pero nunca he ido a ser el mejor. Yo he sido de los buenos practicando mi propio entusiasmo, creando mis propias metas y satisfacciones. Hay un equipo andaluz que va a los nacionales y está incentivado. Los cinco o diez primeros están apoyados económicamente, pero esa pelea no la he tenido yo nunca. He conseguido llegar a donde han llegado algunos que están en los campeonatos, pero por vivir la pasión del vuelo.
PREGUNTA: ¿Te queda algo por hacer?
RESPUESTA: claro, mucho. En mis pensamientos está el llegar a sesenta o setenta y tantos años y seguir volando.”

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